ADAGIO DIVINORUM.

Menosprecio la amargura que sola en la noche cae a borbotones
de mis pasos, cuando de paso en viento y vela cae,
y limita mis sentidos intrínsecos a la parsinomia de mi cordura.
¡Porque cuando tiembla el suelo suspiro!
Engalanando la tumulta oscura, y resentida llena de dulzura,
quemo fragmentos ignominiosos, pero llenos de sentimientos vistosos
enloquecidos de las páginas que quedaron rotas,
cuando sigo siendo anatema sinuosa.

Pero cuando en mis pasos malcriados me observo
y contengo el adagio divino y efímero de mi vida,
(siempre disfrazado de alegría),
nunca nadie podrá quitarme esa sutil melodía.
Aunque vuelvan los irresolutos momentos
distantes que solos se encaminan
en el vestigio desafortunado de mi ínfima diatriba,
la que siempre he llevado en el pecho
pendiente de mis más oscuras pesadillas sibilinas,
que vuelven a hacerme daño, pero felizmente quedo herida.

Cóncavos momentos que quedarán a posteriori,
mis manos ya marchitas, el tiempo las hará trizas
y aunque mi cuerpo esté siempre pestilente por el engaño,
y el tiempo sea perpetuo, sereno, cuando siento que no puedo,
atavio misterioso... no sé hasta qué punto lo lamento.

Quizás algún día vea los campos florecidos
y pasearé con la brisa del amanecer,
podré esconderme en la más oscura sombra
cuando el sol me quiera hacer caer,
llamaré a Hera, sabia y fiel compañera del Olimpo acrecedor de penas,
para que me obsequie la más hermosa fécula, sin esmena.
Pero el tiempo no me deja, y creo que la tierra se agrieta,
y tampoco pienso que la bondad engendre Musas,
Serafines, Valkirias y sabias orquestas.

No, comienza el ciclo de la más infortunada pieza,
cuando observo la verdad,
fundamentada en las infalibles reacciones sociales
erradas y consternadas,
que de poco en poco aprecian la mística divina
con la figura de la guerra.
Acaba todo mal en los días disfrazados de centinelas,
y aunque sea irrefutable el escenario,
yo seguiré buscando mi futuro, incierto hecho,
manifestado en la pobreza de mis pesados versos.

Siniestra Nostram.