ESTADO MUTADO.
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ESTADO MUTADO.
La poesía es el único argumento y la divina gracia acallada
para infames como yo, que siempre lanzan al aire su jugada,
tiro directo al blanco, gemido visible en la vía del alma acalorada.
El desasosiego de los pasos se me hace eterno
y el martillito cerebral muchas veces luce maquiavélico,
una y otra vez, y otra más, con suma celeridad exacerbada.
Escribir un poema es la pasión desenfrenada:
Mi única manera de convertir lo interno en externo
sin utilizar un cuchillo y pervertirme la conciencia;
sin vendajes porque la sangre no quedó marcada.
Es el caso de los infames como yo,
que dieron todo de sí en el fracaso.
Sin dudas, querido amigo, porque éstos latigazos
forman mi vida, enumeran mi divino encanto.
Mientras me envuelvan las nubes conversaré con ellas.
¿Adorar el ocaso no será un esperpento escenario?
¿El discutir con la muerte en sus perpetuas visitas
sin acarrear severos gritos ni recurrir a ninguna curita?
Me compré un caballo de acero con ornamentos orgánicos,
encontré un pedazo de cielo difuminado y sentí el pálpito
de mis ganas aquerubinadas, desterrando el anterior tiempo:
Hoy tomé un paseo alrededor del cielo; y no murió mi corazón blando.
Y a quien le quede duda sobre mi supuesta agonía,
le digo que la locura es sólo una cuestión de porcentaje.
Señores, nadie se libra de ese "ruín pecado";
me lo ha dicho mi Luna, ¿cómo no creerle a mi astro?
Siniestra Nostram.
para infames como yo, que siempre lanzan al aire su jugada,
tiro directo al blanco, gemido visible en la vía del alma acalorada.
El desasosiego de los pasos se me hace eterno
y el martillito cerebral muchas veces luce maquiavélico,
una y otra vez, y otra más, con suma celeridad exacerbada.
Escribir un poema es la pasión desenfrenada:
Mi única manera de convertir lo interno en externo
sin utilizar un cuchillo y pervertirme la conciencia;
sin vendajes porque la sangre no quedó marcada.
Es el caso de los infames como yo,
que dieron todo de sí en el fracaso.
Sin dudas, querido amigo, porque éstos latigazos
forman mi vida, enumeran mi divino encanto.
Mientras me envuelvan las nubes conversaré con ellas.
¿Adorar el ocaso no será un esperpento escenario?
¿El discutir con la muerte en sus perpetuas visitas
sin acarrear severos gritos ni recurrir a ninguna curita?
Me compré un caballo de acero con ornamentos orgánicos,
encontré un pedazo de cielo difuminado y sentí el pálpito
de mis ganas aquerubinadas, desterrando el anterior tiempo:
Hoy tomé un paseo alrededor del cielo; y no murió mi corazón blando.
Y a quien le quede duda sobre mi supuesta agonía,
le digo que la locura es sólo una cuestión de porcentaje.
Señores, nadie se libra de ese "ruín pecado";
me lo ha dicho mi Luna, ¿cómo no creerle a mi astro?
Siniestra Nostram.
Siniestra Nostram- Escritor Afable
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